Selección de Notas

Claudia Pérez Pavón

 Miguel Federico Rubio Martín “La percepción y la realidad reveladas como ilusión”

 

La idea de que la realidad fenoménica no es la realidad última, sino una compleja ilusión laberíntica, la hallamos recurrentemente en el pensamiento humano. Dicha noción es bien conocida en el budismo, el cual designa la ilusión del mundo sensorial mediante el término maya. Las artes no han resultado indemnes a la fascinación suscitada por esta idea, como lo demuestran la célebre “purificación de las puertas de la percepción” de la que habla William Blake[1], el “desarreglo de todos los sentidos” perseguido metódicamente por Rimbaud[2] o, más recientemente, la mise en abyme de realidades virtuales, propia de los textos de Philip K. Dick.

 

Gran parte de la obra pictórica de Claudia Pérez Pavón también se nutre de esta idea de la “realidad” como ilusión, pero reclama una posición privilegiada en el mundo de la pintura, pues la propia materia prima del medio pictórico; la luz – sustancia a partir de la cual surge la ilusión visual- encuentra una aplicación plástica que, en perfecta consonancia entre concepto y técnica, pone en entredicho la realidad del mundo sensorial. En esta tarea de cuestionamiento de los cimientos materiales de lo perceptual, la obra de Claudia se distingue de otras exploraciones artísticas sobre este tema porque, en lugar de recurrir a la metáfora o a la palabra, en su cuestionamiento de la ‘realidad’ apela directamente a los elementos esenciales de dicha ‘realidad’: la luz, el espacio y el tiempo.

 

El manejo al que la artista somete la materia lumínica busca desestructurar la visión -a partir de la cual, paradójicamente, surge la propia obra pictórica-, a la vez que  inevitablemente genera ilusiones ópticas que, al estar ancladas en la materia misma de la obra y en la fisiología de nuestro ojo y cerebro, tienen por consecuencia alertarnos acerca de lo blando de la realidad sensorial. En el trabajo pictórico de Claudia asistimos a un cuestionamiento de lo visual-la luz, lo espacial y lo temporal (y por ende de lo sensorial y material), sustentado en el uso de técnicas singulares.

 

En cuanto al cuestionamiento de lo visual, tenemos el pintado sobre superficies que interactúan con la luz o la modifican. Tal es el caso de la serie híbridos, realizada sobre monofilamento de nylon, material que refracta la luz y absorbe el entorno lumínico, el cual pasa a interactuar con la obra pictórica. Dentro de este mismo cuestionamiento, las obras Labueladeluto, LaPintura, La Torre de Babel o Retablo de familia, pintadas sobre aluminio, aprovechan la manipulación de la luz generada por este soporte. A estos ejemplos de experimentación lumínica se agregan la sobreposición de elementos transparentes, e incluso un notorio uso del dorado –elemento vinculado con la luz-.

 

En lo que respecta al cuestionamiento del espacio, presenciamos un uso heterodoxo de esta dimensión en sus cuadros[3] sobre superficies de aluminio cóncavo como Iconos de la Transformación o Y Luchón Optica, así como en los lienzos dobles de su serie híbridos.

 

En el cuestionamiento del tiempo, observamos un empleo magistral de esta dimensión en la serie híbridos, donde el cambio de las condiciones lumínicas a lo largo del día, en conjunción con la refracción de la luz provocada por el lienzo de nylon, da lugar a una obra pictórica en constante transformación que, al nutrirse de la luz y al verse alterada por la posición relativa del espectador, nunca resulta la misma obra.

 

La conjunción del espacio y del tiempo como materia plástica introduce un componente cinético en la obra de la artista, el cual es apreciable en el cambio de colores, forma y composición en función de la luz, del tiempo y del espacio en sus obras sobre monofilamento de nylon y aluminio cóncavo, o en sus dibujos combinables. Inclusive en su serie Sobre las Miradas, realizada en el formato más tradicional de óleo sobre tela y óleo sobre caoba, encontramos mediante la multiplicación de miradas un peculiar cuestionamiento de la visión y del espacio.

 

El trabajo de Claudia encuentra su materia plástica en los cimientos de la realidad fenoménica. Toma la mismísima materia lumínica -aquella con la que está fabricada la ilusión de la representación pictórica- y la deshilvana, desestructurando el entramado de la realidad fenoménica… pero su trabajo no concluye ahí, sino que prosigue cuando la materia física es vuelta a tejer para configurar nuevas realidades a través del arte, todas ellas proyectadas al infinito. Con esto, su obra nos confronta a la ilusión; a la ilusión de la materia y de la representación. Igualmente la solidez del mundo sensorial y sus agentes  es cuestionada; la ‘realidad’ puesta en causa. Y todo esto buscando la multiplicación de la realidad, sin poder pasar por alto la generación de nuestra propia realidad. En este aspecto la obra de Claudia es un agujero de gusano que lleva a otros planos de existencia y, de manera deleuziana, su arte ‘ilusorio’ también es generador de nuevos modos de percibir, de nuevas realidades, de nuevos espacios para descubrir nuestra diversidad; devenires que se conectan con lo animal –como en su serie genealogías-, con lo geológico…. en resumen, el arte de Claudia Pérez Pavón es un portal que lleva hacia el ser humano multiplicado, el ser humano infinito.

 

 

Josef Woodard, “left Hanging in Mid-Air” Scene Magazine

 

Sylvia Navarrete, “Uriarte Talavera Contemporánea 5 de Mayo”

 

Amplio es el arsenal ornamentalista de Claudia Pérez Pavón, y digna de atención su fiebre en verterlo al ámbito pictórico. Hierve en ella una inagotable euforia por el artificio como código de representación y de elocuencia formal. La hipérbole del elemento decorativo obedece en su caso a cálculos matemáticos que aspiran a extenuar la aptitud expresiva de la figura y su potencia óptica. También puede derivar de crípticas indagaciones, como la que la condujo a la iconografía rosacruz, con el fin de discernir ciertas constantes simbólicas en la construcción de lo sublime. Los diseños de la talavera tradicional se avienen con su propensión a saturar los fondos como si fueran papel tapiz. Y se sacian sus especulaciones sobre el género del retrato realista o alegórico, con efigies tan equívocas como llamativas.

“Uriarte Talavera Contemporánea 5 de Mayo” Fundación Universidad de las Américas, 2012, p.146

 

Ingrid Sukaer, “Erotismo de primera mano. Artes plásticas y visuales en México (siglos XX-XXI)”

 

De decisiva y profunda significación, la obra de CLAUDIA PÉREZ-PAVÓN habla de su vasto mundo interno. Las imágenes que manan de sus lienzos equivalen a las analogías que refieren a espacios sensibles cuya afinidad comulga con la naturaleza en un estado perfecto. Esto es, se revela una dinámica que muestra su propia excelencia concerniente a lo físico, intelectual y espiritual en el estado más puro y, por lo tanto, ello hace que sea una obra críptica que no soporta añadiduras. Hay muchas maneras en que la pintora -de esencia polisémica- puede ser estudiada, pero cabe resumir que de sus cuadros exuda una muerte dialéctica que se traduce en praxis plástica que muestra correspondencias recíprocas de amor, transformación, conciencia de sí misma: el ser ontológico de Pérez-Pavón.

“Erotismo de primera mano. Artes plásticas y visuales en México (siglos XX-XXI)” Editorial Praxis, 2011, p.67

 

Daniel Montero, “Imágenes Contemporáneas”

 

Imágenes Contemporáneas.

No voy a sugerir que la obra de Claudia Pérez-Pavón es como un aleph borgiano porque en su obra evidentemente no se pueden ver todas las imágenes posibles simultáneamente en un sólo punto. Lo que sí diré, es que al pensar el cuadro como un lugar de conciliación de imágenes (y también de la imaginación) como lo hace Pérez-Pavón, puedo afirmar que allí, en ese campo –que algunas veces es un campo de batalla- ciertas imágenes de ese aleph pueden existir de una manera similar a la que describe Borges en su ya conocido relato. Esa empresa no es sencilla porque supone constituir un cuadro con una simultaneidad de imágenes que expresen un sentido sin que ninguna de ellas en particular tenga una prioridad, sino que cualquier elemento afecta a cualquier otro incidiendo en la concepción de otros elementos de la estructura. Así, las imágenes de Claudia carecen de un centro porque, como en un cuadro del barroco holandés o español con sus juegos de espejos, de luces y de figuras, todo está des-centrado produciendo una dinámica virtual en donde el atrás puede ser al mismo tiempo el adelante. Pero el proceso del trabajo de la artista ha trascendido dicha virtualidad y la ha llevado en estos últimos años de trabajo a una reflexión que incluye el atrás real de la superficie (el soporte) y el adelante de la misma (la luz que incide sobre esa superficie). Ahora bien ¿qué imágenes usa Pérez-Pavón para crear sus cuadros? Las que ella considera como contemporáneas, o sea, imágenes que en ningún otro momento de la historia se pudieron haber creado. El mundo contemporáneo no sólo es el tema, sino también la motivación. Sin embargo, esas imágenes contemporáneas no podrían conformarse en la superficie del cuadro sin el estudio que la artista hace de las imágenes que ha producido la historia del arte. Las formas de componer de Pérez-Pavón analizan rigurosamente métodos que fueron establecidos alguna vez para componer cuadros que vuelven a pensar en el espacio, el tiempo, la luz, como problemas típicos del arte. De esa forma, imágenes contemporáneas en las temáticas, pero imágenes del pasado en las formas de análisis en las composiciones nos hacen volver a referirnos a la simultaneidad como problema.

De la misma manera, si las imágenes contemporáneas son la prioridad, es el retrato el que se ha privilegiado como tema. Esa exploración es de hecho una forma de análisis del ser humano en el mundo. En ese sentido la pintura de Claudia es tremendamente antropológica y humanista.

Si todo eso ocurre en la obra de Pérez-Pavón, si la simultaneidad de imágenes posibles se encuentra en un cuadro de ésta artista, cuando juntamos todas las simultaneidades de casi todos los cuadros, la pregunta que se plantea tiene que ver precisamente con eso: pensar la obra de Claudia como un corpus general de trabajo para luego generar nuevas lecturas, nuevos sentidos.

daniel montero

 

 

Francesco Pellizzi, “Claudia Perez Pavon”

 

Claudia Perez Pavon

Conozco la obra de Claudia Pérez-Pavón desde hace aproximadamente diez años. Conocí su trabajo gracias al desaparecido artista, crítico y promotor de arte, Adolfo Patiño, quien desempeñó un papel crucial en la renovación de energías creativas y movimientos artísticos en la Ciudad de México desde finales de los setenta hasta principios de los noventa. En aquel tiempo, Pérez-Pavón estaba explorando el retratismo, en lo que superficialmente podría haber aparentado ser un modelo más bien tradicional. Sin embargo, al prestar mayor atención, se me hizo evidente que sus pequeños cuadros de hombres (desnudos), de todas las edades, postrados de forma relajada en entornos cuasi-domésticos, no eran retratos comunes y corrientes. Eran capaces de recordarnos la crudeza y atrevimiento de un Lucian Freud, pero también tenían algo más: un sentido de empatía con – o sin desprendimiento de – sus sujetos, como si la pintora estuviese utilizando sus modelos como un espejo de su propia interioridad. Esto era aún más intrigante por la tensión transgénero que también transmitían.

Me encontré nuevamente con la obra de Pérez-Pavón cuando ganó el prestigiado Premio Tamayo (ex aequo con Daniel Lezama, otro pintor mexicano extremadamente talentoso de la misma generación). Para entonces, Pérez-Pavón había entrado de lleno en su ritmo, encontrando la forma y el formato que ha caracterizado sus pinturas durante esta media década: Estos son polípticos en los cuales se explora un tema pictóricamente a través de acercamientos, frecuentemente conmovedores, en una especie de caleidoscopio no secuencial de fragmentos y detalles cargados de significado expresivo. A veces hay en torno a ellos una historia implícita, pero de nuevo, lo que parece interesar a la artista es cómo encontrar maneras – únicas y específicas, así como ‘universales’ – de acercarse verdaderamente a sus sujetos, como si fuese una suerte de combate artístico mano a mano, tanto con ellos como con el mismo acto de pintarlos. Hay una dimensión performativa oculta (aunque quizás no tan oculta) en la obra de Pérez Pavón que casi contrasta con su intensidad representacional – la práctica pictórica dolorosa y meticulosamente lenta de la cual emergen. Y sin embargo, en una paradoja igualmente elocuente, la artista siempre está obviamente consciente del diluvio de imágenes prefabricadas y re-producidas que nos inundan constantemente, y ha encontrado maneras de incorporar estas, o su propia documentación en fotografía y en video para su medio de pintura. De manera que a veces, al pasar de un elemento a otro en sus polípticos, perdemos la noción de dónde estamos como espectadores y somos como atraídos en un mundo interior fluido, ajeno y un tanto vertiginoso. Los polípticos de Pérez-Pavón se tratan eminentemente de movimiento, y se mueven desde una cruda confrontación con el mundo objetivo de cosas e imágenes, pero al final se tratan de un modo de experiencia eminente, íntimo, casi secreto.

La naturaleza elaborada de esta obra, tanto en la preparación de sus sujetos y materiales como desde una perspectiva estrictamente pictórica, es la búsqueda de Pérez-Pavón por asimilar y transformar ambos en un espejo de su propia alma. Hasta donde yo sé, no existe actualmente una pintora joven como Claudia Pérez-Pavón.

Nueva York 2006

RES: Anthropology and Aesthetics

Peabody Museum and Art Museums

Harvard University

Chair: University Seminar on the Arts of Africa, Oceania and the Americas

Columbia University

traducción : Michelle Stevens

 

Antonio Vilanova, “Conocí la obra de Claudia Pérez-Pavón…”

 

Conocí la obra de Claudia Pérez-Pavón cuando ganó el Premio de Adquisición en la X Bienal de Pintura, Rufino Tamayo, en año 2000. Lo primero que me llamó la atención en los cuadros de Claudia, fue la solvencia con que maneja la técnica, así como el conocimiento de su oficio como artista, esto, sin obviar la originalidad y fuerza de su discurso, mismo que viene cargado de una inusual manera de traducir y representar la condición humana, con que ella nos revela la fragilidad imperante en los sujetos que elige para plasmar su entendimiento de los mismos y del tema abordado, ya sea un luchador profesional, una prostituta o inclusive en una secuencia de cine porno, es esta característica de auto exploración y revelación que la emparentan a esa gran tradición del riesgo por revelar un mundo mayor establecida por autores como Frida Kahlo.

De entre los pintores de su generación, la obra de Claudia se destaca a la vez, por un balance entre la inteligencia y la sensibilidad, así como su consciencia que el entorno y los embates de la contemporaneidad tienen sobre los individuos y como éstos dialogan con la existencia, desde una óptica que si bien es innovadora y asume riesgos en su ejercicio, no somete a sus personajes a un tratamiento maternalista o fuera de contexto, sino que al contrario uno puede percibir en las pinturas cierta complicidad entre la pintora y los sujetos de sus cuadros, como si se tratara de un juego de otredades… Espejos y reflejos, que al fin y al cabo nos resultan universales pues como lo mencionaba al inicio son una representación fiel de la condición humana. Claudia desarrolla sus temas a manera de secuencias, en un discurrir cercano al lenguaje fílmico, pero con una intencionalidad clara; no se tratan de simples paneos o recuadros, sino la exploración de variados instantes aislados donde ella descubre la esencia que los hermana, utilizando a ésta como hilo conductor de una narración aparentemente bizarra, mas sin embargo, cuajados de una lógica e intensidad propias de quien plantea una relectura del mundo después de haberse asumido espectador y partícipe del mismo.

Es difícil encontrar en México un artista que reúna las cualidades y la claridad discursiva que encontramos en la obra de Claudia Pérez-Pavón, desde mi perspectiva, son talentos como ella quienes siempre tienen algo que aportar a la pintura y a la sociedad en su conjunto.

 

Noemí Luis Gutiérrez, “Claudia mirando la pintura”

 

Claudia mirando la pintura

La casa de la artista mexicana Claudia Pérez Pavón es parecida a sus cuadros; una serie de espacios en apariencia laberínticos unidos por un espacio central en el que uno es sorprendido constantemente por variedad de gatos. Esta misma estructura existe en sus piezas, que concibe en series de ocho pequeños formatos (20 X 30 cm) colocados en orden sucesivo en su iluminado estudio. Es imprescindible ir acercándose a estos polípticos para ver la factura de sus cuadros. Y como si se tratara de una mirada de gatos los personajes y situaciones representados en ellos son vistos desde diferentes perspectivas.

Donde más claramente percibimos esta multiplicidad de puntos de vistas es de la serie sobre las miradas Bar en Venecia donde la artista propone un relato captado desde diferentes ángulos y el ojo actúa como una cámara de cine. El relato se estructura por el uso de recursos como la elipsis, las anticipaciones, etcétera, al tiempo que la mirada efectúa algo similar a un trabajo de edición fílmica. Bar en Venecia narrativamente muestra tres personajes modernos en un bar de arquitectura barroca. Los recursos y el espíritu velazquiano de esta pieza se dan por la forma en que el espacio pictórico es dinamizado por varios puntos de fuga que espejos y puertas producen en el espacio virtual de la pintura. Todo esto genera dinamismo al relato y relatividad a las relaciones entre lo representado y la mirada.

Los polípticos de Claudia Pérez Pavón exigen que el espectador actualice la noción del enfoque. Así, de lejos, sus cuadros, debido al formato, apenas se hacen “visibles” sin embargo, una vez que nos aproximemos notaremos esa variación que la mirada ejerce sobre el objeto. Sin embargo no hay que suponer que la habilidad para las formas clásicas del dibujo, el color, la perspectiva concluyen la intención de su trabajo, por el contrario, tales premisas son el punto de partida para nuevas exploraciones de sentido y renovadas lecturas de la tradición pictórica occidental. Para mí el asunto central de su pintura es el trabajo de la mirada, los procesos físicos y culturales y emocionales de la mirada.

La obra de Claudia lleva a la reflexión sobre el lenguaje de la pintura ya que esta artista, formada en la academia y que no oculta su deuda con el arte del barroco italiano, retoma dicho lenguaje para introducir en él una serie de cuestionamientos que abarcan tanto los aspectos puramente ópticos, visuales del espacio y el tempo virtual del cuadro como la relación dinámica entre lo representado y la posición del sujeto que observa. Tal replanteamiento del espacio y del tempo en la pieza implica una reapropiación de los valores y elementos tradicionales del arte pictórico y a su vez una exploración de las posibilidades del espacio pictórico.

La confianza en las posibilidades expresivas de la pintura conduce la obra de esta artista a incorporar los lenguajes de las nuevas tendencias tales como la fotografía, el video o la instalación como parte de la sintaxis propia de la pintura, en un proceso de retroalimentación en el cual el cuadro como soporte, el óleo como técnica y el sentimiento del color y de la pincelada incorporan ingredientes de estos nuevos lenguajes amplificando los límites del arte pictórico desde el que se establece el discurso.

Los polípticos que Claudia Pérez Pavón crea, producen una curiosa impresión a caballo entre lo contemporáneo y la tradición. La tradición es despertada e interrogada como si todas las preguntas aún fueran posibles desde ella. Conversar con Claudia sobre su trabajo es sentirse renovadamente sorprendido por planteamientos eminentemente pictóricos y la pintura, en diálogo con ella vuelve a ser un arte y una ciencia, una técnica enigmática, algo que a la vez es claro e indescifrado. Esta vez no uso la palabra “descifrar” para ganar simpatías con el misterio sino porque las piezas de Claudia efectivamente proponen un enigma al espectador. Ese enigma deriva de poner en juego premisas de la óptica, cuestiones de perspectiva, deriva de la composición y nos induce a situarnos en diferentes puntos de mira, nos induce al redescubrimiento de estructuras intrínsecas al arte pictórico o, más bien, a ciertas cualidades intrínseca a las imágenes visuales.

Los recursos plásticos que Claudia pone a funcionar en sus piezas son parte de una narración, un relato en el que la pintura es a su vez personaje que define el carácter y el tono de la anécdota. El aspecto narrativo de su pintura nos conduce a otra de las características centrales de su trabajo: el interés por ciertos temas. Cada políptico presenta un relato y los unifica un tema. En cada uno de los polípticos Claudia Pérez- Pavón se ha acercado a una temática diferente y dichas temáticas se organizan alrededor de dos ejes fundamentales a su visión: el arte y lo cotidiano. En cuanto a los temas del arte están sus piezas El pintor y su modelo, Bar en Venencia, El coleccionista. Confrontaciones de la serie sobre las miradas.

 

Hoy el arte vuelve a sus raíces mágicas desde unos signos antropológicos bien sean estos asumidos en la inmediatez de lo mimético o bien desde lo intelectivo a partir de re-elaboraciones o apropiaciones. La realidad que sólo puede ser transfigurada desde el arte constituye una fracción en discordia con un todo, sea este todo el Estado, la religión, la política o cualquiera de las variantes del poder, o sea este todo fragmentos de realidad entrevistos en meras situaciones cotidianas.

El interés por lo cotidiano como uno de los ejes vertebrales en la obra de Claudia Pérez- Pavón está en la pieza Los milagros en la que desarrolla el tema de las curaciones milagrosas y enfatiza el aspecto histriónico o hipnótico de la gestualidad, de las expresiones faciales. Este tema aparece también en su serie de retratos titulado Tez y vuelve a ser retomado en “gloria” de la serie gente tocada donde el énfasis se pone en la figuración más descarnada de la sexualidad y la expresión facial, el gesto y el instante de transmutación o delirio que ya había abordado en Los milagros o en Tez se convierten en el centro de sus indagaciones.

Las piezas que Claudia Pérez Pavón concibe en pequeños formatos y en número de ocho, son un relato en movimiento. Claudia acciona de este modo la noción de lo temporal, de una temporalidad captada tanto en lo sucesivo como en lo simultáneo. Ante un políptico de Claudia sentimos que “eso” está sucediendo “ahora” : existe el tiempo como un valor, un valor intrínseco a las imágenes. Hay en todos los polípticos una gran presencia de la figura humana, o mejor, del cuerpo. En la obra de Claudia el cuerpo adquiere significados que recorren desde la cuestión dialéctica de las relaciones sujeto-objeto, hasta la cuestión morbosa o epifánica del nacimiento de la gestualidad. No es extraño que su trabajo más reciente sea gloria donde explora la gestualidad en trance captada en un momento de delirio, cuestión que ya antes la artista ha tratado en la pieza-políptico Los milagros, pero que en gloria la lleva a su punto más descarnado y atrevido. Si antes dije que el tema central de su obra son los procesos físicos, culturales y emocionales de la mirada, tendría que añadir a esto que en la obra de Claudia existe la vida como “Performance”. Y estas piezas se presentan en calidad de ritual, en tanto representación y liturgia de la vida.

En el 2000 fue premiada en la Bienal Tamayo su políptico Bar en Venecia. Quien conozca el museo habrá notado cómo el pequeño espacio de sus piezas contradice en algún sentido esa especie de competencia o reto que todo artista encara al tener que establecer un diálogo con un determinado espacio. Claudia, con su pequeño formato domina lo imponente de una arquitectura. Con su pequeño formato domina la idea del arte.

 

Germán Dehesa, “Claudia Perez-Pavón”

 

Claudia Perez-Pavón

“Son apariciones muy emocionantes… La pintura de Claudia Pérez-Pavón confabulada con la luz y disuelta en el tiempo, fluye provocando epifanías; vale decir: mostraciones del misterio que se recata en todo aquello que merezca llamarse real. Todo está en el cuadro y todo está en el ojo. Puestos a dialogar uno y otro van edificando las instantáneas ciudades del deseo que quería Calvino; los suntuosos recintos de la esperanza (la añoranza) humana. Ahí están los cuadros, véanlos con el tiempo y con la pasión con los que fueron hechos. Aprendamos a ser espectadores dignos…Yo agradezco a Claudia su talento y el don de sus levísimos milagros pictóricos”

 

Teresa del Conde, “Claudia Perez-Pavón”

 

Claudia Perez-Pavón

“Una delicia, son deveras pinturas… Sobre estas pinturas lo que yo puedo decir es que suscitan apetencia, dan ganas de verlas otra vez y de tenerlas”

 

Juan Carlos Pereda, X Bienal de Pintura Rufino Tamayo

 

Este fenómeno pareciera confirmarlo la selección de los tres premios de adquisición otorgados en esta ocasión. Claudia Pérez-Pavón Vela, quien mereció la unanimidad del jurado, presentó un políptico de ocho pequeños cuadros pintados al óleo sobre tela titulado “Sobre las miradas” Bar en Venecia, realizado en 1999; en esta obra, elaborada con el cuidado de un miniaturista, la artista narra en una secuencia de imágenes que se podrían asociar con el cine, una fugaz historia donde la naturaleza banal de la trama nos lleva a apreciar los valores pictóricos que hay en cada uno de los paneles que constituyen la obra.

Es de gran interés cómo la artista ha plasmado una relación tiempo-espacio, objeto-sujeto y observador-observado. Comparte su mirada con la del espectador, ya que algunos cuadros están realizados desde la perspectiva que da el punto de observación del público y otros desde el de la artista logrando, por medio de un ingenioso juego de espejos situados en el salón donde se lleva a cabo el intercambio de furtivas miradas, un juego óptico de multiplicidad de miradas compartidas con el espectador, por lo que el entrecruzamiento de éstas hace cómplice al público. Los valores conceptuales y pictóricos que ha desarrollado esta artista devienen de su sólida formación en el Instituto para el Arte de Florencia llevada a cabo entre 1986 y 1988, y complementada con el análisis de la pintura italiana que ha asimilado, para realizar un proceso de contemporización que ha dado como fruto esta obra, la cual formará parte de la colección del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca.

 


[1] “If the doors of perception were cleansed every thing would appear to man as it is, infinite.”

Trad. ” Si las puertas de la percepción se purificasen cada cosa aparecería al hombre como es, infinita.”

William Blake,  El matrimonio del cielo y el infierno.

 

[2] “Je veux être poète, et je travaille à me rendre Voyant: (…) Il s’agit d’arriver à l’inconnu par le dérèglement de tous les sens.”

Trad. “Quiero ser poeta, y me esfuerzo en volverme Vidente: (…) Se trata de alcanzar lo desconocido por medio del desarreglo de todos los sentidos.

Arthur Rimbaud, Cartas del vidente.

 

[3] El término cuadro resulta un tanto anticuado para designar los trabajos pictóricos de Claudia, pues ellos incorporan formatos peculiares que, al servirse ampliamente del espacio, del tiempo y del movimiento, los acercan a la escultura o al arte cinético.